24 de mayo de 2010

LA POESÍA EN LA ESCUELA BÁSICA

Es preciso cambiar la imagen que la poesía tiene en la mayoría de las personas y la mayoría de los docentes, se tejen falsas concepciones, se le calumnia con facilidad, acaso también la poesía exige del ser humano una cuota de sacrificio, eliminar la importancia personal, cambiar la mirada, hacerse de una armadura sencilla y humilde.
De las falsas concepciones argumentaremos las más comunes y trataremos de convencer al lector de que al menos hay que darle un lugar más justo en la circulación de las tergiversaciones.

Lo primero que llega a nuestro pensamiento es que tanto la poesía como la literatura en general son concebidas por muchos como una tarea inútil, además de ser una práctica para seres privilegiados, pertenecientes a una casta exclusiva. Quizás muchos poetas hayan contribuido a alimentar esta idea tan deformada de la poesía, al querer escribir de forma enrevesada, con imágenes sobrenaturales, uso abusivo de las metáforas y demás recursos, dejando a un lado el acarreo de la verdad y la manera más sencilla de decir esa verdad. Estamos de acuerdo con que la poesía es inútil. En el concierto de esquemas de comportamiento basados en la utilización del prójimo, la explotación del otro, el máximo aprovechamiento de los recursos naturales, el pragmatismo norteamericano y occidental en el que todo acto debe tener un cambio, una ganancia, un retorno del capital, así sea este la palabra, la plusvalía del afecto, el toma y dame de nuestras relaciones sociales que nos han hecho perder de vista el acto de dar sin esperar nada a cambio, el acto entregar cosas que no son mercancías. La inutilidad de la poesía viene pues del hecho de que ella no sirve para reproducir esos esquemas, sino para romperlos, ella no es un valor mercantil, salva de lo humano lo más preciado, su alma, su honestidad, su capacidad de transformarse; la capacidad de asombrarse, de admirarse y de hacerse preguntas, esa es la esencia de la poesía. Para acceder a ella sólo debemos ser seres definidos por el lenguaje, el lenguaje como gran útero, inmensa casa de donde el humano sale y entra buscándose, por tanto toda persona es capaz de beber del río de la poesía, porque ella es el único sinónimo que tiene la vida, lo más parecido a vivir, es la poesía, para acceder a ella sólo debes llevar dentro de ti un latido de sangre continuo, unas ganas de estar alerta con el misterio. Suscribimos a continuación una larga cita, pero necesaria, de Angelo Nobile en torno a la importancia de la poesía en los actuales momentos:

“…en un mundo dominado por el conformismo, la prisa y la superficialidad, el fiel culto a la apariencia y de los signos externos, la poesía, fomentada y cultivada en formas adecuadas desde las primeras fases de la edad evolutiva, es iniciación en los valores, enérgico reclamo para el sentimiento y la afectividad, ruptura de esquemas y convenciones, exaltación de la espontaneidad y de la originalidad creativa, superación de la uniformidad y los estereotipos, correctivo contra la mediocridad, la trivialidad y el vacío de ideales, invitación al rechazo del egoísmo y la mezquindad, exigencia para elevarse a una visión superior, más crítica y menos prosaica de la realidad.”


El lector avisado puede ir intuyendo la importancia de la poesía en la escuela básica y en la humanidad, se trata de una apuesta, el mundo de la superficie debe irse abajo, el mundo de la claridad que hoy subyace bajo las monstruosas fuerzas de la industria esquizofrenica del capitalismo, seres divididos y producidos en series, eso somos bajo la techumbre del capital multiplicado también al interior de nuestros cuerpos. La escuela, en tanto que institución, brazo derecho del sistema de valores imperantes, no escapa de la superficialidad descrita por el citado autor, todo en ella deja entrever una fascinación por la forma, el decorado, casi nada apunta a lo esencial. Las prácticas de los docentes se envuelven en una cascada de aprendizajes que rinden pleitesía a la racionalidad occidental, rutinas que le enferman a él y a sus estudiantes.

La superficialidad tiene muchos rostros, una infinidad de variables, una multitud de recovecos, demasiadas máscaras para que creamos que la podemos delimitar a nuestros antojos, la escuela posee un ritmo que arrastra, una corriente que se lleva todo buen esfuerzo, si no hay sumas de fuerzas para ir en contra de ello, quizás se pierdan las fuerzas que apuestan a lo esencial como el repiqueteo de la lluvia sobre las hojas de las matas. Digamos que la poesía es una conquista del ser, un llamado a ver lo que pierde, a realizar el enigma, a darle al ser humano la dignidad que ha perdido, la dignidad de estar en un mundo signado por la incertidumbre y el milagro. Sólo se presenta a los y las estudiantes una cara de la realidad o mejor dicho un solo tipo de modo de conocer. Las matas, por ejemplo, forman parte de un objetivo, enseguida se las divide en partes, funciones y utilidad; no se les habla a los estudiantes del enigma que han sido y que aún guardan, sus modos de relacionarse a través de la magia, el mito y las religiones con el ser humano, no se les lee un poema donde las matas tienen una vida menos lógica.

Lo ideal sería que la escuela enseñara a sus estudiantes a enfrentarse con sus capacidades de conocer, que se entendieran con un saber que está por conocer y no con un saber ya conocido. Lo ideal sería que a través de las emociones que los poemas entrañan, ellos, los estudiantes conozcan los suyos y los expresen. Es esta la línea de trabajo que yo he seguido como docente, es decir, he querido no ser docente, sólo alguien que puede decir que existe algo que hay que buscar y que ese algo tiene vida tanto afuera como dentro del ser humano. De esa manera he logrado que mucho de mis estudiantes desarrollen sus capacidades de ver el mundo de otra manera, que encuentren el universo contenido en sus patios y en sus casas, he logrado que ese gran venado mágico y resplandeciente que es la poesía los acompañe y les haga concebir a las palabras como palas para excavar en las realidades que les ha tocado vivir. Las clases guiadas por este principio pedagógico de la poesía dieron como resultado el hermosos libro llamado El silencio del agua (2007), donde encontramos poemas como el siguiente:
"pájaro que se esconde en la desembocadura/ de mi madre/ misterioso en mi mirada/ y la sed/ de un alambre/ que chupa mi sangre/ en la cayena hundida/ en la arena/ del patio/ de mi casa." (Yisbel Navas, 10 años).
El modo de conocer de la poesía es hacer de la totalidad un objeto específico susceptible de ser conocido más y mejor, y viceversa; lo interesante es que desde el punto de vista académico, la poesía prepara para comprender desde los propios esfuerzos, desarrolla la atención a su máxima expresión y la expresión la eleva a su máxima libertad. Quizás este sea el cambio de conducta tan anhelado por la educación formal.

Es preciso que el docente se deje conquistar por la poesía, no sólo por el poema, que es la expresión escrita del misterio que el poeta encuentra, el poeta es un explorador, un buscador de respuestas, un ser que padece la imposibilidad de no decir la última palabra, un chamán que utiliza al lenguaje para curar las heridas que se infringen al alma del hombre y al cuerpo de la Tierra, cualquiera puede ser poeta, cualquiera lo es aún sin escribir, basta que usted dude, se sepa incierto, se conciba incompleto, para que eche a rodar la gran rueda de las búsquedas, todas poéticas, la ciencia misma se basa en este tipo de búsquedas. En la superación de las verdades, la verdad refutada era un gran almacén de imaginación y de exaltación de la realidad. La física actual ha llegado a la conclusión que la llamada realidad y el instrumento utilizado, esto es, el lenguaje en su uso de conocimiento, son una misma expresión de la poética que nos cruza y nos define.

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